¿QUÉ NOS ENSEÑAN NUESTRAS
MADRES FUNDADORAS?
Constanza Andrea Farías Banto
Novicia Carmelita Teresa de San José, primer año.
Novicia Carmelita Teresa de San José, primer año.
La mujer en la sociedad del siglo XIX ocupaba
un rol secundario. Muchas de ellas sometidas al hombre tenían que ser esposas
obedientes, dedicadas al cuidado del hogar y al servicio de la familia. Sin
embargo, en el pueblo de Riudecañas vivieron tres mujeres valientes, que
escuchando la voz del Señor marcaron la diferencia.
En el libro “A merced de Cristo” se relata la
historia de estas mujeres, cuyos nombres fueron Magdalena Juncosa, Teresa Toda
y Teresa Guasch.
Magdalena Juncosa, se casó con José Toda, con
quién tuvo cinco hijos. Como la mujer de aquella época se dedicó al cuidado del
hogar y al servicio de su familia, transmitiendo profundos valores humanos y
cristianos. Sin embargo, su felicidad no duraría mucho tiempo, pues a temprana
edad quedó viuda al cuidado de cinco hijos, de los cuáles sólo dos llegaron a
edad avanzada (Teresa y María).
Teresa Toda, hija de Magdalena Juncosa, tenía
20 años cuando se casó con Antonio Guash. De esa unión nació su única hija que
recibió el nombre de Teresa Guasch. Sin embargo, la felicidad tampoco duraría
mucho tiempo, pues tanto Teresa como Antonio tenían distintos caracteres.
Teresa acostumbrada a la vida de hogar le sería muy difícil convivir con
Antonio, un hombre entregado a la ociosidad y a los vicios. Es por ese motivo,
que esta joven mujer sufriría mucho por causa de su esposo, de quien sólo
recibiría malos tratos y desprecios.
Magdalena fue testigo de todos los sufrimientos
de su hija y tan grande fue su amor de madre que asumió el dolor de su hija como propio ¡Cuánta
valentía y fortaleza podemos encontrar en esta mujer que quedó viuda joven, que
más tarde perdería a tres de sus hijos y que al enterarse del fracaso
matrimonial de Teresa asume como propio el dolor! De esta manera Magdalena no
consintió en que Teresa volviera con Antonio, y tampoco Teresa quería apartarse
de su Madre. Magdalena, entonces, marcharía a la cabeza de su familia y con su
hija y nieta se enfrentarían a la vida hasta que el 25 de febrero de 1879
fallece Magdalena, no sin antes cumplir la misión que Dios tenía para ella.
No podemos entender los inicios de la Congregación
de Hermanas Carmelitas Teresas de San José sin mencionar a la abuela Magdalena,
pues en ella podemos descubrir un gran amor hacia la familia y la preocupación
por el más necesitado, pues cuando Magdalena se enteró del fracaso matrimonial
de su hija Teresa, ella es quién la acoge y acompaña. Pasaron momentos
difíciles, en los que se encontraron con el rechazo, la incomprensión y todo
tipo de humillaciones, pero salieron adelante porque supieron poner su
confianza en Dios, abandonándose por completo a la Providencia… de esta manera en
la sencillez del hogar, de la vida cotidiana, de los avatares de la vida
Magdalena supo encontrarse con el amor de Dios, amor que supo transmitir a sus
hijos.
Poco a poco Dios comienza a obrar en esta
familia que lo ha perdido todo y que como Jesús ha quedado humillada. Sin embargo,
como niños que se abandonan en las manos de Dios deciden comenzar de nuevo su
historia. Magdalena siempre a la cabeza de su familia, acompañando de manera silenciosa
a su hija y a su nieta.
Teresa Toda al descubrir que su matrimonio se
había roto, al experimentar la miseria, al vivir en carne propia las
humillaciones se encontrará con los brazos misericordiosos de Dios que la
impulsan a soñar con algo más grande. De esta manera, sale adelante porque se
siente sostenida por Dios, y como María pone toda su confianza en Él. Guiada
por el Dr. Caixal se abre a la voluntad divina y va encontrando paz. Poco a
poco comenzará a descubrir el llamado de Dios a consagrar su vida. Sin embargo,
el Espíritu actúa dejando ver que todavía no es el tiempo y así Teresa comienza
a recorrer el camino de la humildad, configurándose con un Cristo sencillo,
manso, humilde, mortificado y lleno de la gloria del Padre que se entrega hasta
el holocausto perfecto. Junto a ese Cristo que Teresa descubre va madurando,
volcándose a la educación de su hija, con quien muestra una verdadera vocación
de madre, lo que más tarde se verá reflejado en su capacidad de entrega y
evangelización hacia las niñas pobres y huérfanas.
Teresa Guasch desde temprana edad mostró tener
un carácter fuerte y violento, pero gracias a la educación recibida en el hogar
fue creciendo en mansedumbre y humildad, sintiendo el amor de Dios a través de
los cuidados recibidos por parte de su abuela y de su madre. Ese será el mismo
amor, que más tarde derramaría sobre las niñas pobres y huérfanas que Dios
pondría a su cuidado.
Sin embargo, estas mujeres tendrán que esperar
antes de ver cumplida en ellas la voluntad de Dios. Él se valdrá de largos años
para trabajar sus almas en el silencio y en la sencillez del hogar.
No cabe duda que nuestras Madres nos siguen
mostrando que el camino que nos lleva al encuentro de Dios está marcado por la
confianza y el abandono. Con su testimonio de vida nos siguen invitando a tomar
el camino de la Infancia Espiritual y el Anonadamiento.
En los momentos difíciles pongamos nuestra
mirada en estas mujeres que creyeron, esperaron y amaron a Dios. De esta manera
su testimonio de vida se puede transformar en luz para aquellos que se han
desilusionado de la vida, pues ellas nos siguen enseñando que sin importar
cuántas dificultades se nos presenten sólo Dios basta.
Estas mujeres, con su estilo de vida sencilla,
nos muestran que es posible vivir la santidad en lo ordinario de la vida, y que
a la santidad se llega por medio de la humildad, pues la vida de nuestras
Madres fue un descenso constante hacia el abismo, para ser elevadas por los
brazos de Jesús.
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